lunes, 23 de agosto de 2010

Farol de la calle


Tras un pobre desempeño en el Mundial de Sudáfrica, una decepcionante actuación en su propia Copa América, y haber perdido por primera vez en eliminatorias mundialistas con Venezuela, la selección Argentina está en crisis y todas las miradas apuntan al mejor jugador del mundo: Lionel Messi.

Realmente es muy injusto culpar a Messi por el bajo rendimiento de la Albiceleste y esperar que, por su simple presencia, el equipo sea espectacular. No obstante, muchos nos preguntamos por qué el crack argentino sólo luce vestido de azulgrana, por qué en su selección no es ni la mitad del jugador que deslumbra al mundo en el
Barcelona.

Es sabido que hay ‘futbolistas de clubes’, jugadores que brillan en sus respectivos equipos pero que al momento de integrar la selección nacional se desinflan y les queda grande la camiseta; así como también existen jugadores que, extrañamente, tienen un rendimiento más alto con su seleccionado que en su propio club.

Aunque pareciera encajar en el primer grupo, el caso de Messi es diferente. El problema no es que Leo se achique con la camiseta albiceleste ni que le pese ser el sucesor de Maradona, sino que en la selección no ha encontrado el entrenador, los compañeros ni el sistema de juego indicado para poder explotar todo su potencial que le vemos semana a semana en la liga española.

Desde que Lionel Messi heredó el 10 de Riquelme, el técnico en turno (llámese Basile, Maradona o Batista) ha intentado hacer de él su piedra angular, ese jugador en el que se basa el proyecto de la selección. Quizá ese ha sido el error: tratar de armar un equipo para Messi y dejar que todo gire alrededor de él; algo que no sucede en el Barcelona donde, si bien Leo es imprescindible, el esquema del club se basa en su juego de conjunto y distribuye el peso del equipo en otros jugadores de la misma escuela como Xavi, Iniesta o Fábregas.

Seguramente esa es la gran diferencia entre Messi y Maradona: ‘La Pulga’ necesita que el peso del equipo esté repartido para poder jugar libre, mientras que Diego se sentía cómodo cargando toda la responsabilidad en su espalda. De ahí que Messi todavía no haya podido calar hondo en el hincha argentino, su bajo perfil y tímida personalidad contrastan con la vida de rockstar que ha llevado Diego Armando Maradona.

Otro factor que juega en contra de la popularidad de Lionel en su propio país es que, a diferencia de ídolos locales como Tévez o Riquelme, Messi nunca jugó profesionalmente en el futbol argentino, ya que con apenas doce años se integró a la disciplina del Fútbol Club Barcelona. Es por eso que no tiene un equipo o afición propia en Argentina.

La constante comparación con Maradona, así como la sequía albiceleste de 25 años sin levantar la Copa del Mundo, representan una carga adicional en los hombros de Leo Messi. De hecho, la última vez que la selección argentina mayor ganó algo fue la Copa América de 1993, precisamente en una final contra México.

Con todos sus goles, récords, títulos y premios individuales, la prensa constantemente abre el debate sobre si el astro argentino está a la altura de los mejores jugadores de la historia. Es evidente que si sigue como hasta ahora marcará una época y podrá considerarse como el mejor de todos los tiempos; no obstante, para ubicarse a la altura de Pelé o Maradona, Messi tendría que brillar con la selección argentina y ganar una Copa del Mundo.