viernes, 9 de julio de 2010

Una final cíclica


Así es, Sudáfrica 2010 nos dará un nuevo campeón del mundo. Después de dos años de eliminatorias, concentraciones, partidos de preparación y un mes de actividad mundialista, por fin tenemos a los dos equipos que se disputarán la Copa del Mundo: Holanda y España.

Ambos equipos llegaron a esta competencia con grandes expectativas. Por una parte, España ha sido considerado como el gran favorito tras haber ganado la Eurocopa hace dos años y por haber mantenido esa generación dorada, con algunos retoques. Por otro lado, Holanda arrasó en su grupo eliminatorio y también cuenta con una amplia plantilla, de hecho, tres de sus jugadores más importantes (Van Bommel, Robben y Sneijder) disputaron la final de la Liga de Campeones el pasado 22 de mayo.

A pesar del estigma que representa ser “el candidato”, España ha sabido controlar la presión. Al parecer, la derrota ante Suiza en su debut la liberó, le quitó un peso de encima. A partir de entonces, la roja ha venido creciendo y su juego se ha hecho más sólido y fluido, todavía sin llegar al nivel de excelencia que nos tenía acostumbrados.

A diferencia de España, Holanda empezó su camino ganando los tres partidos del grupo “E”. Sin embargo, lo que llamaba la atención era que este equipo ganara con el mínimo esfuerzo, que su juego no hiciera honor a la gran escuela holandesa.

En las semifinales, las dos escuadras tuvieron que forzar la máquina para poder doblegar a sus rivales.

España se midió al equipo sensación del mundial: una Alemania joven, agresiva y muy ordenada. Desde el principio, el equipo de Del Bosque se hizo del esférico y no lo soltó, circuló el balón por todo el campo y buscó el arco de Neuer incansablemente. El conjunto teutón nunca se sintió cómodo, la mayor parte del tiempo se la pasó agazapado en su propio terreno de juego, y cuando recuperaba el balón se le hacía difícil hilvanar ataques pues Busquets y Xabi Alonso hicieron una gran función al cortarle los circuitos de salida.

No es que Alemania haya sido un desastre, lo que pasa es que España dió un partidazo en todas sus líneas. Hizo ver mal al equipo que mejor había jugado. Si me permiten la comparación, parecía un partido Barcelona-Stuttgart en el Camp Nou, donde los alemanes apenas pueden oler la pelota y la mancuerna Xavi-Iniesta maneja los hilos del partido a su antojo. Aún así, los alemanes resistieron 73 minutos de agobio; hasta que, a la salida de un corner, Carles Puyol llegó como una locomotora y conectó de cabeza con tal violencia que el arquero poco pudo hacer. El 1-0 se quedó muy corto para lo que fue el trámite del partido.

Por su parte, Holanda se enfrentó al Uruguay más aguerrido que recuerde. Ante la adversidad de no poder disponer de cuatro titulares (Lugano, Lodeiro, Fucile y Suárez), Óscar Washington Tabárez mostró toda su capacidad y experiencia al mandar un equipo que priorizaba el orden defensivo pero que no desestimaba el esfuerzo hacia el frente. En el primer tiempo, Van Bronckhorst y Forlán aprovecharon las bondades del Jabulani para marcar de larga distancia.

Cuando el juego estaba empatado 1-1 y los dos equipos ya empezaban a pensar en el alargue, Wesley Sneijder y Arjen Robben liquidaron el cotejo en tres minutos (70’ y 73’ respectivamente). La virtud de Holanda fue la misma que en los partidos anteriores: saber matar el partido con un par de zarpazos. Fue casi un golpe de KO que dejó tambaleante a la garra charrúa. Al final, Maxi Pereira le dio una minúscula esperanza al pueblo uruguayo al marcar el 2-3, pero ya fue demasiado tarde, Holanda regresaría a la máxima cita después de 32 años.

El entrenador holandés, Bert Van Marwijk, hace una muy buena lectura de lo que significa esta final. Dice que ellos admiran el futbol de los españoles, que es prácticamente el mismo estilo del Barcelona, club que a su vez fue influenciado por Johan Cruyff, persona que encarna el “futbol total” de la naranja mecánica de los setentas. Es decir, que esta selección española tiene muchos principios de aquella gran Holanda que, a pesar de su brillante juego, se fue dos veces con las manos vacías.

¿Podrá ganar esta vez el equipo que mejor juega o, en vez de eso, triunfará la escuadra que ha dejado atrás el espectáculo por eficacia?

El destino quiso que el octavo campeón del mundo saliera entre el país que revolucionó el futbol en los años setenta y el equipo que actualmente enamora a la tribuna con un estilo propio.

La historia está del lado holandés, el presente clama por el juego de España. De cualquier manera, el domingo se le hará justicia a uno de los dos. Al final saldrá un digno campeón.

lunes, 5 de julio de 2010

La antesala de la gloria


Explotó el mundial en Sudáfrica. Los cuartos de final nos han dejado partidos vibrantes y llenos de emoción, de aquellos que se recuerdan por décadas.

Quizá la sorpresa más grande la dio Alemania al golear 4-0 a Argentina, pues se vislumbraba un choque más parejo. No obstante, el conjunto de Joachim Löw ya venía mostrando su poderío y lo reafirmo con un partido perfecto. A la ofensiva fue demoledor, Schweinsteiger, Özil, Podolski, Müller y Klose se encargaron de hacer pedazos a los cuatro centrales argentinos. Mientras que su aparato defensivo, comandado por el capitán Lahm, supo escalonarse para secar los ataques de Messi, Tévez y Di María.

La abultada derrota argentina tiene su explicación en que Maradona nunca pudo conformar un equipo equilibrado. Todos sabíamos que, hombre por hombre, su delantera era la mejor del mundo, pero dejaba muchas dudas en la conformación de su medio campo y su zona baja. Los encuentros anteriores (Nigeria, Corea del sur, Grecia y México) los sacaron adelante sin convencer a nadie, realmente no significaron un parámetro para este equipo. Fue hasta que se midió con una potencia como Alemania, que quedaron al descubierto todas las falencias del conjunto argentino.

Por lo que he visto, muchos periodistas argentinos critican a su seleccionado. Hablan de que, incluso antes de la goleada alemana, el equipo no venía funcionando como se esperaba. Mencionan que el sistema de Maradona se basaba en la explosión y la pegada, mas no en un juego de conjunto compacto y ordenado como el teutón. Más allá de reprochar la elección de jugadores y el sistema de juego, al periodista argentino (incluso al de perfil crítico) le cuesta mucho ponerse en contra del símbolo de su futbol: Diego Armando Maradona.

No creo que Maradona sea el mayor culpable de este fracaso albiceleste, sino quien lo puso en ese puesto: Julio Grondona. El mandamás del futbol argentino debía saber que Maradona no estaba capacitado para dirigir a la selección, que, aunque representa mucho para el jugador argentino, no aporta mucho más que motivación y manejo de grupo.

Otro partido que se antojaba como una final adelantada era el choque entre brasileños y holandeses. A priori, el equipo de Dunga había ilusionado a todos sus fanáticos con la posibilidad de alzarse por sexta ocasión con la Copa del Mundo. Sin embargo, los brasileños perdieron el rumbo en el partido contra Holanda. Después de haberse puesto en ventaja, los amazónicos se relajaron y dejaron crecer a un equipo que había empezado con ciertas dudas. El encuentro cambió por completo con el autogol de Felipe Melo, combinado con un terrible error en la salida de Julio Cesar. A partir de ahí, el conjunto de Van Marwijk se apoderó del juego y ya no lo soltó. Wesley Sneijder se eligió como la gran figura naranja al provocar el primer gol y marcar el segundo, confirmando la regla: dos cabezazos en el área siempre terminan en gol.

Tal vez, la eliminación de la verde amarela es más decepcionante que la de Argentina. A diferencia del equipo de Maradona, Brasil sí se veía sólido en todas sus líneas. Este Brasil era más efectivo que espectacular, su futbol carecía de belleza estética pero derrochaba orden y eficacia. Esto, combinado con las genialidades de jugadores como Kaká, Robinho o Luis Fabiano los hacía serios candidatos al título. Este tropiezo fue un golpe durísimo que forzó la renuncia de su técnico tan pronto terminó el encuentro.

Un partido que se veía un tanto disparejo en el papel era España-Paraguay. No obstante, fue mucho más que un trámite para los ibéricos. Los del Tata Martino salieron a la cancha con un orden táctico preciso y mucha gallardía, sabían que no podían competir por la tenencia del balón y que sus posibilidades de hacer daño estaban en la pelota parada y el contragolpe. Por otro lado, España no salió en su mejor día, no pudo imponer su juego, en parte por el buen accionar paraguayo, y se le veía ofuscado y sin variantes.

Fue partido muy cerrado, a falta de media hora el partido se abrió con una tanda de penales adelantada. Ni Tacuara Cardozo ni Xabi Alonso pudieron adelantar a sus respectivas escuadras desde los once pasos. No fue sino hasta el minuto 83, que España pudo romper el cerrojo guaraní con una gran escapada de Iniesta; éste dejó solo a Pedro quien remató al poste y no podía ser otro más que David Villa quien hiciera el gol más esperado por la afición española.

El mejor encuentro del mundial se disputó entre Ghana y Uruguay en el Soccer City. Fue una batalla épica, con todos los ingredientes para pasar a la historia como uno de los partidos más dramáticos de los mundiales. Con un zapatazo, Muntari puso a los africanos al frente poco antes de terminar el primer tiempo. El todo corazón Diego Forlán empató el cotejo en cobro de tiro libre, con cierta complicidad del arquero Kingson. A mi parecer, Ghana fue más punzante y peligroso con Asamoah Gyan y Kevin-Prince Boateng que Uruguay con la dupla Forlán-Suárez.

La paridad estuvo a punto de romperse en los últimos minutos de la prórroga. Los charrúas estaban ahogados y sólo aspiraban a llegar a los penales. Fue entonces cuando llegó el momento crucial del partido: la mano de Luis Suárez al remate de Adiyiah. Este recurso, que por su puesto le costó un penal en contra y la expulsión, le dio vida a Uruguay. La figura de los africanos, Asamoah Gyan, no pudo con toda la presión y mandó al travesaño su tiro penal. En ese momento, era más que evidente que Ghana se vendría abajo y Uruguay tendría más posibilidades de ganar. La tanda de penales fue la cereza del pastel. Gyan se redimió al marcar el primer penal de su equipo, pero sus compañeros no lo ayudaron al cobrar con muchos nervios sus respectivos cobros. Por otro lado, los uruguayos fueron más certeros y sólo erraron un disparo. El partido se definía en los pies de Sebastián “el Loco” Abreu, quien, como todos sabíamos, cobraría su penal suave y al centro. Parece que el portero nunca lo había visto tirar penales y se lanzó a adivinar, “el Loco” lo hizo a su manera y le dio el pase a semifinales a Uruguay. Qué manera de cerrar un partidazo.

Esperemos que las semifinales sean tan atractivas como los cuartos de final. Creo que Holanda es favorita sobre Uruguay, más aún por las bajas de Suárez y Fucile por suspensión, y las de Lugano y Lodeiro por lesión. A pesar de todo, Uruguay venderá cara la derrota. Por otro lado, creo que España está lista para dar ese gran paso, no sin antes sufrir contra una joven y rapidísima Alemania, que ha mostrado el mejor juego del mundial. De cualquier forma el espectáculo está garantizado.