El sueño ibérico se hizo realidad. España, por fin, se consagró campeona del mundo y su generación dorada ya forma parte de la élite futbolística.
Aunque, la Final de la Copa del Mundo no fue para nada como se esperaba. Se suponía que el toque español dominara el partido a placer y que Holanda iba a estar bien parada, lista para aprovechar las oportunidades que se le presentaran. Nada de eso sucedió. En cambio, el juego ríspido y los errores en ataque marcaron la pauta del encuentro.
Es verdad que tanto España como Holanda quedaron a deber, que no nos brindaron el partido que todos esperábamos, pero el gran culpable no fue otro más que el árbitro Howard Webb, el silbante británico arruinó la Final.
Webb salió a la cancha con una consigna: no expulsar a nadie para no incidir en el resultado. Los jugadores, en seguida se percataron que el árbitro permitía la fuerza desmedida y se sintieron con total impunidad para dar y repartir patadas. Bien que mal, Howard Webb empezó manejando el encuentro. Amonestó a Van Persie, Puyol y Van Bommel, este último estuvo al filo de la expulsión. Sin embargo, la final se rompió al minuto 28, después de que el árbitro no expulsara a Nigel De Jong tras clavarle los tachones en el pecho a Xabi Alonso en una entrada brutal.
A partir de entonces, Webb perdió el rumbo y ya no pudo enmendar su camino. Solapó el juego áspero de los holandeses (28 faltas y otras que no se marcaron) y esto fue desesperando a jugadores limpios como Iniesta o Pedro, que empezaron a cometer faltas y buscaron cobrar justicia por su propia mano.
Más allá del arbitraje, los dos equipos jugaron muy por debajo de su nivel. Algunos dicen que, en general, fue un partido aburrido. No sé si el adjetivo “aburrido” sea el más adecuado para describir esta Final. Yo diría que fue un encuentro deslucido, trabado, feo y tenso; pero esa misma tensión fue lo que me mantenía conectado al partido.
El hecho de que el gol no cayera de ningún lado, fue lo que mantuvo atascado el cotejo. Y no fue por falta de oportunidades: Sergio Ramos desperdició un remate de cabeza solo y su alma, Arjen Robben tuvo dos mano a mano con Casillas y no pudo con él, Cesc Fábregas tuvo la gran oportunidad de dejar solo a Villa pero eligió disparar y estrelló su remate en el arquero, y Joris Mathijsen estuvo cerca del gol en un par de ocasiones y las erró. El mismo Andrés Iniesta, antes de definir el partido, se perdió una clara posibilidad por tardarse en rematar al arco.
Probablemente, el factor que desequilibró la final fue, muy a pesar de Howard Webb, la segunda tarjeta amarilla a Johnny Heitinga. La expulsión del central (109’) obligó al técnico holandés a retrasar la posición de Rafael Van der Vaart, este movimiento hizo vulnerable el fondo de la saga anaranjada.
Parecía que el gol nunca iba a caer, que la final estaba condenada a definirse desde el manchón penal. A cuatro minutos del final, cuando Del Bosque y Van Marwijk pensaban en los cinco elegidos para cobrar los penales, apareció el orgullo de Fuentealbilla: Andrés Iniesta Luján. La jugada empezó con una gran escapada de Jesús Navas por la banda derecha, éste sirvió para Iniesta que de primera entregó de taco a Fábregas, el del Arsenal abrió el juego hasta Fernando Torres, el Niño falló en su centro pero el rebote le quedó a Cesc, el catalán habilitó a Iniesta y el manchego fulminó la valla de Maarten Stekelenburg.
El festejo de Don Andrés no pudo ser más emotivo, dedico el gol más importante de España a la memoria de su amigo Dani Jarque. Todos sus compañeros corrieron eufóricos a abrazarlo, todos menos uno. Iker Casillas ni siquiera pudo moverse de su lugar, tan pronto cayó el gol se desplomó y estalló en llanto, no pudo contener las lágrimas de emoción.
Cabe señalar, que el gol de España es precedido de un “horror” del árbitro, quien, después de un tiro libre desviado en la barrera y arañado por Casillas, negó el tiro de esquina correspondiente a Holanda y reanudó el juego con un saque de meta. El nefasto arbitraje que, en general, había favorecido el juego brusco holandés, terminó perjudicándolos de la forma más inesperada.
Al final, se le hizo justicia a una generación española brillante, al equipo que desde hace tiempo venía jugando mejor y, por supuesto, al futbol. Creo que jugadores de la talla de Xavi Hernández, Andrés Iniesta, Carles Puyol e Iker Casillas, que lo han ganado todo, merecían sumar el máximo título a su deslumbrante palmarés y a su sólida carrera.
Lo mejor para los españoles es que esto no parece terminar aquí. España cuenta con jugadores jóvenes de mucha calidad en todas sus líneas que, seguramente, mantendrán la hegemonía y el buen juego.
Es verdad, España merecía ganar sobre todo porque propuso el partido y no se dedicó a cometer faltas como los cochinos holandeses.
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