Desde hace varios años hablar de
tenis es hablar Roger Federer y Rafael Nadal, dos jugadores que han acaparado
el circuito masculino y han ganado 26 de los últimos 33 torneos de Grand Slam. De
hecho, sólo cinco jugadores más han podido levantar uno de los cuatro grandes trofeos
en los últimos ocho años.
La era Federer-Nadal ha escrito
capítulos brillantes, sino los mejores, en la historia del tenis. Esta rivalidad
fue creciendo conforme llegaban a disputar finales de Grand Slam hasta que se
convirtió en todo un clásico. Al principio estaba muy claro que Roger era el
rey del pasto, Rafa el de la arcilla y en cancha dura el suizo tenía ventaja. En
2007 jugaron un histórico partido de exhibición denominado “La Batalla de las Superficies”
en el que la cancha estaba dividida: de un lado pasto y del otro acilla. Esto
sólo fue un experimento para ver quién se adaptaba mejor al terreno del otro; Nadal
ganó 7–5, 4–6, 7–6(12–10) pero fue un mensaje de lo que sucedería
más adelante.
Un año después vendría un punto de
quiebre que decantaría la balanza a favor de Rafael Nadal. Fue aquella épica
final de Wimbledon 2008 en la que Federer llegaba con cinco títulos
consecutivos y Nadal buscaba el primero en la catedral del tenis. El partido
fue por demás espectacular, las pausas por lluvia y la falta de luz en el
quinto set lo hicieron aún más especial. Al final, Nadal consiguió romper la supremacía
del suizo en Wimbledon y se consagró como el mejor tenista del momento.
A partir de entonces Nadal ha
ganado cinco de los últimos siete enfrentamientos, incluidas dos finales de
Grand Slam. Más allá de la potencia de sus tiros, la velocidad de sus piernas,
el efecto de su pelota o su espíritu imbatible, Nadal se impone por saber pegar
en el momento justo y por crear un efecto de frustración acumulada en Federer
cada que éste está a punto de quebrar al español. Rafael Nadal es el único
jugador que tiene esta ventaja psicológica sobre Federer, misma que el suizo
normalmente impone sobre el resto de los tenistas de la ATP.
Sin embargo, un nuevo astro brilla
en la galaxia del tenis mundial y ha podido romper con la hegemonía de Nadal y
Federer, se trata de Novak Djokovic. Desde que irrumpió en el circuito pintaba
para grandes cosas, pero a pesar de su gran potencial y capacidad, el serbio se
destacaba más por las hilarantes imitaciones de sus colegas, por exagerar
lesiones y por su endeble estado físico que muchas veces no aguantaba partidos
a cinco sets.
Tres años después de haber ganado
su primer título de Grand Slam en el Abierto de Australia 2008, ‘Nole’ por fin dejó
de lado la intermitencia y encontró la regularidad que tanto le hacía falta
para llegar a afianzarse en el nivel de Nadal y Federer.
Djokovic se puso a trabajar muy
fuerte tanto física como mentalmente y este 2011 definitivamente ha sido su año:
ganó su segundo Grand Slam en Melbourne, logró acumular una racha impresionante
de 41 partidos ganados en forma consecutiva, levantó su primer título en
Wimbledon y, de paso, desplazó a Nadal para instalarse como nuevo número uno
del mundo.
El panorama no podría ser mejor: Djokovic
buscará afianzarse en la cima del ranking, Nadal intentará recuperar el trono y
volver a ser ese jugador imbatible, y Federer hará todo lo posible por engrandecer
su leyenda como el mejor jugador de todos los tiempos.
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